Primera parte: ¿qué es el estrés y cómo afecta a nuestras células?

Entrada realizada el
07/11/2013
por Dana Bross |
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Durante la conferencia, y tras conversar con los invitados, una de las conclusiones es que nuestro cuerpo puede soportar el estrés en un pequeño periodo de tiempo, el problema sucede cuando esta situación se intensifica en el tiempo. Lo que nos lleva a plantearnos las siguientes cuestiones: ¿Qué es el estrés? ¿Cuánto estrés podemos soportar? ¿Dónde está el límite?

“El estrés es una respuesta natural, necesaria para la supervivencia, que se desencadena en el interior del organismo ante situaciones externas potencialmente peligrosas.”

Cuando esto sucede, por ejemplo, porque estamos en peligro, nuestro cuerpo libera hormonas (catecolaminas: adrenalina y noradrenalina) que avisan a las células de nuestro cuerpo de la situación, lo que genera los siguientes efectos: taquicardia, vasodilatación, taquipnea… Este mecanismo lo desarrolla el cuerpo para aumentar las probabilidades de supervivencia frente a una amenaza a corto plazo, no para ser mantenidas indefinidamente.

Actualmente, una gran parte de la población vive estresada diariamente y continuamente. Cuando estos mecanismos fisiológicos se alargan en el tiempo, ¿qué ocurre en nuestro organismo?

La situación de estrés prolongado altera el funcionamiento normal de nuestras células, produciendo graves consecuencias en las mismas (alteración electrolítica y bioquímica, falta de oxigenación y entrada de nutrientes, etc).

¿Qué consecuencias produce estas alteraciones celulares?

Existen diversos grados:

· Primeras molestias: Pérdida de memoria, alteraciones del ánimo e irritabilidad, falta de concentración, nerviosismo, dolores sin causa aparente, cansancio, dificultad de recuperación, desánimo, sensación de pesadez, falta de flexibilidad, sentirse “oxidado” o intoxicado.

Por ejemplo, durante una visita al médico es común que los pacientes se expresen con frases como “me siento oxidado” o “estoy nervioso y a la vez desanimado”. El médico, normalmente, no diagnostica ninguna patología (sencillamente porque todavía no la tiene) y finalmente esa persona vuelve a casa con la misma sensación y ninguna solución. Si las molestias se mantienen, pueden llegar a generar:

· Síntomas: Obesidad o pérdida de peso, caída del cabello, reducción del deseo sexual, menstruación dolorosa, acné, cefaleas, inflamación...

 

· Enfermedades: úlceras, depresión hipertensión, enfermedades autoinmunes...

Frenar este proceso de desequilibrio ayuda a mejorar la calidad de vida y prevenir el envejecimiento prematuro.

 




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